Imagen de portada: los Castillensos, unidos y fluyendo de nuevo con la vida en la cuenca del rio Güejar
Historias de reconciliación
El Castillo es un municipio del departamento del Meta ubicado en la región del Alto Ariari, entre la Sierra de La Macarena y la cordillera Oriental y el Páramo de Sumapaz. Nació de procesos de múltiples desplazamientos, y ha vivido una larga historia de violencia en la que han participado tanto las fuerzas militares como grupos al margen de la ley como la guerrilla y los paramilitares. Aunque a partir de la firma de los acuerdos del 2016 y los procesos de desmovilización de las FARC la intensidad del conflicto se ha reducido notablemente, sin embargo, el municipio ha sido testigo de algunos homicidios de líderes sociales y de algunos desmovilizados, de la reaparición de grupos al margen de la ley y de la amenaza constante del regreso de fuerzas de combate. Pervivía además la tensión entre los habitantes de la parte baja y la parte alta, que se miraron mutuamente con desconfianza.
Tradicionalmente hubo desconfianza entre los habitantes de la parte baja y la parte alta.
Esta condición constituía, según los funcionarios de la Casa de la Verdad de Meta, un factor de riesgo para la repetición, pues como dijo Alexander Leal: «Hemos identificado que, definitivamente, el Castillo tiene hoy un factor de repetición, de persistencia de la violencia, que está ligado a la estigmatización que surgió desde el origen. La historia en el Castillo nos ha ido mostrando que esa división que existe, geográfica, cultural, y tal vez política y económica, entre la parte alta del Castillo y la parte baja, realmente responde a esta dinámica que se estableció hace mucho tiempo en el Castillo, de estigmatizar a una parte como guerrillera o comunista y a la otra como oficialista o que apoya al Estado, y además, paramilitar. Y esa división nos ha traído toda la tragedia que ha vivido el Castillo. Sin embargo la responsabilidad no recae en la sociedad, sino que la sociedad facilitó las cosas también, pero la responsabilidad la tienen obviamente los grupos armados allí presentes.»
Como en muchas regiones del país que se vieron azotadas por la violencia, los grupos al margen de la ley se convirtieron en referentes de autoridad, y en agentes a los que la población acudía para resolver problemas con sus vecinos. Tensiones de poder, discusiones por linderos, robos de ganado y procesos por el estilo fueron cotidianamente resueltos por la intervención de los grupos armados, con lo cual éstos recibieron ciertos niveles de legitimidad y aseguraron su permanencia en la región. Si bien estos grupos en particular se han disuelto, la hostilidad permanente entre las dos regiones del Castillo constituye un potencial caldo de cultivo para el retorno de nuevos actores violentos, y para que se repitan fenómenos que se esperaría haber dejado en el pasado.
En consecuencia, el proceso de reconciliación que nos ocupó en Reconectando le apuntaba desde el comienzo del ejercicio, a disolver, tanto cuanto fuese posible, las tensiones entre los habitantes de la parte alta y la parte baja del Castillo. El encuentro fue pensado en ese sentido, y la convocatoria reunió a líderes que trabajan en uno y otro costado del municipio. De hecho, al iniciar el Laboratorio, en el ritual de primer acercamiento, algunas de ellas presentaron ante el altar ésta como su intención central:
«La intención que hemos venido haciendo, que hemos venido hablando y hemos venido fortaleciendo, es que se acabe la estigmatización que hay entre la parte alta y la parte baja del municipio. Yo siempre digo, yo soy de la mesa de víctimas, y yo no digo soy representante «de la parte alta». Yo represento las víctimas del municipio.» (Mariela Rodríguez)
Yo vivo en el barrio centro del Castillo. Por mi trabajo, por lo que yo he visto, me gustaría que hubiera un verdadero perdón y reconciliación. Creo que es lo fundamental para todo lo que queremos. (Amparo Cárdenas)
A lo largo del encuentro, se fue desdibujando poco a poco la distancia entre unos y otros, hasta el punto de que en el cierre resultaba casi imposible saber quienes provenían de la parte alta o de la parte baja. Las mesas del almuerzo se fueron mezclando, las caminatas por la naturaleza llevaron a unos a convertirse en guías y apoyo de las otras, sin distinción. Compartir sus sentimientos, sus temores, sus esperanzas, los hizo mirarse mutuamente como compañeros y aliadas en la tarea de la construcción de un nuevo Castillo.
En el ejercicio del “sueño del dragón” todos trabajaron juntos en la elaboración de planes de acción para lograr la cohesión del municipio, y establecieron estrategias para convocar a la población de uno y otro lado para participar masivamente en una asamblea de reconciliación que estaba proyectando la Comisión de la Verdad.
En el último encuentro, al trazar geográficamente las conexiones y contactos que cada uno quería realizar en el futuro inmediato, se creó una gigantesca telaraña con los bastones de poder que puso en contacto a las dos zonas del municipio, ahora unidas por lazos de amistad, por miradas de respeto y por la convicción de que sólo trabajando juntos, como equipo, podrán cambiar la historia del Castillo.
Y creo que una de las cosas más importantes que creo que veo acá es que las cosas se pueden lograr formando un buen equipo de trabajo. Me refiero a los jovenes, porque yo insistí mucho para que los trajeran, valoro mucho que ustedes y ellos hayan aceptado venir acá, pienso que los jóvenes deben estar en estos espacios y con ellos tenemos que crear cambios en nuestro territorio. (Amparo Ferreira)
Esa era la apuesta de reconciliación de este laboratorio en particular: la de crear el espacio para que líderes de las dos zonas pudieran conocerse, respetarse, verse con ojos nuevos, de cara a la construcción de una verdadera comunidad. Ellos podrán servir como semillas para crear nuevas formas de comunicación y de alianza entre la parte alta y la parte baja. La meta es la de ir desatando poco a poco los nudos que han atado a la región a la violencia, y reducir, tanto cuanto sea posible, los riesgos de repetición del conflicto. El Laboratorio no podrá alcanzar esa meta por sí mismo, pero si constituye un primer paso en esa dirección.
Este escenario que nos ha facilitado Reconectando en términos de la reflexión profunda, de la escucha, de entendernos como seres humanos, como personas, es una oportunidad enorme que nos brinda este escenario, porque vamos a contar con un equipo mucho más amplio, con una conexión clara, de hacia dónde hay que apostar, de hacia dónde hay que orientar los sueños, en términos de esa renovación, de esa reconstrucción que necesitamos hacer. Entonces esa fuerza y esa energía que en este encuentro se ha logrado construir las vamos a llevar a la asamblea. Entonces va a tener más fuerza y como mayor entusiasmo, mayor conexión y capacidad también de involucrar a otros actores. (Alexander Leal, Casa de la Verdad de Meta)
Para esta ocasión, nuestra historia de reconciliación no ocurrió entre individuos aislados, sino en el seno de una comunidad dividida, que tuvo en este espacio la ocasión para reconocerse, y para establecer las bases de una verdadera aldea.
EPILOGO – ¿y qué pasó en la Asamblea social?
Finalmente la Asamblea social en El Castillo que Reconectando ayudó a preparar tuvo lugar el 31 de julio. Era un encuentro con líderes y lideresas sociales del Castillo para honrar la memoria, dignificar a las víctimas y trabajar por la no-repetición de los hechos de victimización, esas eran las tres apuestas juntas. Alexander Leal de la Casa de la Verdad nos cuenta lo que pasó de esperanzador ese dia. Seguir leyendo