Este mes (septiembre 2020) tuvimos un reencuentro virtual con la aldea de participantes de nuestro Laboratorio de Verdad y Reconciliación en Eco-Atlantida, Cajibío, Cauca. El laboratorio fue en junio de 2019, poco tiempo después de una de las movilizaciones sociales más intensas del país, orientada a la defensa de la tierra y el territorio. La Minga del Cauca del 2019 tuvo como objetivo luchar contra 20 años de incumplimiento en la ejecución del Decreto 982 expedido en 1999 por el gobierno de Andrés Pastrana. En el territorio, el descontento no solo venía de la continuación de la violencia estatal y la criminalización de la violencia, sino también desde la oposición a un proyecto minero-energético y extractivista contenido en un Plan de Desarrollo que no da respuesta a las garantías de los derechos a la tierra y al territorio que el movimiento social lleva años exigiendo.
Cuando llegamos a Cajibío, hace un año, nos encontramos con personas llenas de desconfianza. Una hermana afrodescendiente, Yaneth, nos decía: “[S]eguimos cargados de veneno, que nadie nos puede mirar porque siempre estamos prevenidos y armados para pelear con el otro.” Escuchamos historias de mucho dolor, de despojos, desplazamientos forzados, violaciones sexuales, amenazas y asesinatos a líderes y lideresas sociales.
En nuestro reencuentro nos dimos cuenta de cómo habernos dado el permiso de habitar el tiempo profundo en la Ecoaldea Atlántida, nos permitió abrirnos a escuchar y comprender desde el sentir cómo nos están afectando esos dolores. Las voces de nuestros ancestros y ancestras nos acompañaron para contenernos en un círculo que fue uniéndonos y llevándonos más allá de nosotros mismos. En palabras de nuestro querido artista wipala, Jafeth:
“[A]parecieron las palabras y lo fuimos tejiendo, me quedo con esa imagen porque eso somos, ese gran mandala, de sentimientos, de dolores, pero sobretodo de afectos, de ternura, de abrazos (…) siempre hubo lugar para abrazarnos y espacio para llorar, y este es un pueblo que siente, que tiene corazón, por eso llora, por eso lloramos, otros pueblos ya no tienen lágrimas, por alguna cosa el corazón se secó, entonces no, aquí todavía nos morimos por vivir y eso es lo bonito.”
Ahora, un año después, nos dimos cuenta de cómo ese presente que compartimos devino eternidad. Guardamos, con profunda gratitud, esa pequeña muerte que nos permitió sentir los ritmos de cada uno y cada una, y volver a renacer al unísono con la tierra. Alejandra, alma que evoca una suerte de Frida Kahlo colombiana de nuestra aldea de Cajibío, encendió una llama para recordarnos que ya nos veníamos preparando para estos tiempos de crisis. Renovó nuestro compromiso con la misión que nos une contándonos: «Yo ahora escucho desde mi silencio. Tuve que morir para volver a vivir. Y ahora me estoy pariendo. Me sigo pariendo.» Con estas palabras, el fuego que nos reunió se fue volando, desde los distintos rincones desde donde nos conectamos para re-conectarnos desde la virtualidad, y con él se llevó la fortaleza que nos sigue sosteniendo desde que renacimos juntos y juntas para acompañarnos en este largo ritual de paso.
Seguimos abonando Buen Vivir, y… ¡Esperamos que nos sigamos uniendo y que nos sigamos acompañando! #EstáPAZando