Las medidas de distanciamiento social y confinamiento que han sido decretadas en Colombia nos han afectado a todos y todas, de alguna u otra manera. Hemos vivido con mucho dolor el incremento de las confrontaciones armadas y los asesinatos de líderes y lideresas sociales, el aumento en las violencia basadas en género y la violencia sexual hacia niñas y mujeres, la manera desproporcionada en la que han sido afectadas las comunidades indígenas, afrodescendientes, y campesinas del país en este tiempo. Además, nos entristece ver cómo la devastación de ecosistemas que son vitales para la vida en la tierra persiste sin pausa alguna. Seguimos preguntándonos por qué y cómo aprendimos a deshumanizarnos hasta el punto de erradicarnos unos a otros mediante las barbaries que se permitieron en el conflicto armado y que aún continúan. Existir con un enemigo que dé sentido a nuestra existencia es un patrón que se repite, una y otra vez, en nuestra manera de habitar esta Casa Común.
Desde esta misma lógica se han desprendido innumerables noticias que se refieren al COVID – 19 como el nuevo enemigo que tenemos como humanidad, mientras que en el mundo entero se siguen desplegando mecanismos de control para atacarlo y vencerlo. Mientras que los y las profesionales del área de la salud dan todo de sí para contener el incremento de pacientes en las UCI, las desigualdades sociales, las violencias en esferas públicas y privadas, y la destrucción inclemente de los ecosistemas que nos sostienen, ascienden a velocidades muy preocupantes. Cada vez más la realidad nos está impulsando a interpelarnos frente a la vida que estamos viviendo. Y quizás se trate de algo más profundo: ¿en qué verdad queremos vivir para que nuestra existencia tenga sentido? ¿Cómo queremos pasar nuestros días este mundo para que podamos sentirnos libres de percibir y disfrutar de su belleza, en lugar de sentirnos atrapad@s en la injusticia, la desesperanza y el miedo?
En su artículo «La Coronación», Charles Eisenstein (filósofo y conferencista inglés) nos invita a dar un paso hacia atrás y a mirar el contexto desde un panorama más amplio, complejo e incierto. Desde el desconcierto y la intención de cuidar, hace una reflexión honda sobre varios caminos posibles que podríamos tomar como humanidad para hacer frente a la crisis que atravesamos. Tanto él como el triple médico y ambientalista, dr Zach Bush (EEUU), coinciden en señalar que nuestro miedo al virus está estrechamente ligado a la sensación de vulnerabilidad. Estamos siendo testigos y tomando consciencia del colapso evidente del sistema en el que estamos viviendo.
En vez de concebir al virus como un enemigo, el Dr. Zach Bush nos invita a recibirlo como un mensajero. Nos recuerda que los virus son actualizaciones de información genética que están produciéndose y circulando en la naturaleza todo el tiempo, incluso desde antes de que existieran las primeras células en nuestro planeta. Esta información se expresa en la multiplicidad de especies que hay en la tierra y tiene que ver con su interrelación. Por esto, para Bush no es casualidad que el brote de Coronavirus haya emergido en el centro de China, puesto que allí convergen una altísima concentración de toxicidad química del suelo y una extrema contaminación del aire circundante.
En cierta forma, el virus nos está causando lo que causamos a los ecosistemas cuando introdujimos el glifosato (Round-Up), en tanto ambos pueden impedir la recepción de elementos vitales–como el oxígeno u otros nutrientes– por parte de los organismos. Si nosotros mismos creamos las condiciones para que apareciera esta Corona, quiere decir que tenemos la oportunidad de enfrentar los desafíos desatados colectivamente y caminar hacia otra realidad. En este sentido, estamos ante un mensajero que viene a recordarnos la urgencia de transformar nuestra relación con la naturaleza y con la vida misma; viene a volvernos a acercar a nuestra verdad más profunda: no podemos existir por fuera de la naturaleza porque somos parte de ella.
Elegir vivir desde esta verdad, como especie, nos exigiría movernos de la dominación al diálogo con el planeta viviente. Tendríamos que dejar de enaltecer una ideología financiera de maximización de ganancias y empezar a admirar los valores del cuidado y la colaboración mutua, si quisiéramos existir en co-creación con el universo. Implicaría honrar la biodiversidad como fuente de sentido y creatividad, en lugar de utilizarla como recurso o erradicarla por percibirla como amenaza. Seguramente también exigiría replantear nuestra relación con la muerte, porque cualquier día puede llegar. Entonces, tendríamos que aprender a abrazar el misterio, confiando en que somos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos. Tal vez decidamos asumir esa verdad, porque en el fondo tod@s lo hemos sentido: nos necesitamos– seres humanos y otro-que-humanos– para poder tener momentos de dicha plena, tramitar el significado de los dolores y sentirnos agradecid@s de poder participar en el proceso hermoso e infinito de la evolución.
One Reply on “La verdad en tiempos de Corona”
¡Excelente reflexión!
Invita a recrear posibles mundos más allá de los sufrimientos de ésta pandemia, más humanos, más cercanos a los maravillosos y portentosos hechos de nuestro sorprendente universo